Por: Lewis Te Cuenta

«El sol se reflejaba en el agua como un espejo infinito cuando nuestra lancha rompió el silencio de la mañana».

Navegar hacia Buena Vista y Nueva Venecia, dos pueblos palafitos en la Ciénaga Grande de Santa Marta, es como cruzar un umbral invisible: uno deja atrás el ruido de tierra firme y entra a un mundo donde las casas se suspenden por encima del reflejo acuático, los caminos son canales y la vida late sobre el agua.

Vine con una cámara, pero también con el alma abierta. Sabía que quería contar una historia -pero no cualquier historia-. Quería entender cómo se vive en un lugar donde el suelo no existe, donde cada paso es un remo, y cada calle, un brazo de agua.

Lo que encontré fue mucho más que imágenes bonitas. Encontré dignidad, memoria, dolor y resistencia.

En Buena Vista visité una pequeña tienda flotante. Desde allí, una señora sonriente vendía lo justo y necesario: arroz, velas, galletas y víveres en general. Todo sobre una plataforma de madera que adornaba suavemente la brisa que la ciénaga trae hasta el pueblo.

La vida cotidiana aquí desafía cualquier lógica urbana. No hay carros, ni calles pavimentadas, en su lugar, hay canoas, motores pequeños, y una rutina que se adapta al vaivén del agua.

Pero fue en Nueva Venecia donde el corazón se me arrugó al ver la iglesia del pueblo, ese mismo templo donde, en el atrio, un 22 de noviembre del año 2000, un grupo armado cometió una de las masacres más dolorosas de nuestra historia: 37 personas fueron asesinadas.

El aire allí es pesado, aunque las paredes estén llenas de luz. Es un espacio sagrado donde habita el recuerdo, y también la fuerza de un pueblo que se rehúsa a ser vencido por el olvido.

Campaña por una canoa para hacer feliz a un niño:

Las palabras de Dioselyn, mi guía, me llegaron al alma, «en Navidad los niños son felices con qué les regalen una canoa ‘mandadera’ con su nombre, una canoa personalizada es la mejor Navidad que puede tener un niño, porque eso les genera libertad; aquí en Buena Vista o Nueva Venecia, si nosotros no tenemos canoas, no hay manera de movilizarnos».

«Un niño prefiere que le regalen una canoa en lugar de una bici, una moto o una patineta, cuando a un niño se le regala una canoa con su nombre es lo más grande para él, porque nuestras canoas son como nuestros pies, en la canoa nosotros caminamos», agregó Dioselyn.

Esto me hizo pensar en una gran idea y es recurrir a ustedes para que entre todos le demos una Feliz Navidad a uno o varios niños de los pueblos palafitos, SU CANOA PERSONALIZADA:

Sus donaciones la pueden hacer a través de PayPal desde fuera de Colombia en este enlace:

https://n9.cl/lewis_te_cuenta

O si estás en Colombia lo puedes hacer a través de Nequi o Daviplata en el: 3021244929

Así es la vida en los Pueblos Palafitos:

Hablé con varios habitantes. Me contaron cómo es crecer sin tierra, cómo los niños aprenden a remar antes que a caminar en firme, cómo el agua lo es todo: vida, camino, amenaza y sustento.

Me mostraron sus casas, hechas con madera, amor y paciencia. Algunas están pintadas de colores vivos, como si los techos quisieran competir con el cielo.

Desde el aire, con mi dron, capturé imágenes que no caben en palabras: una aldea flotante en medio de un paisaje natural impresionante. Pero lo más hermoso no se ve desde arriba, está en los ojos de su gente, en su voz, en su historia.

Este video es mi homenaje a ellos. A su forma de vivir, a su valentía, a su memoria. No es solo un documental. Es un pedacito de mi corazón compartido con ustedes.

Gracias por ver, por escuchar, por sentir.

Yo soy Lewis, y esto es Lewis Te Cuenta. 🌊🎥

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