Hoy caminé por una calle que guarda en sus aceras la historia viva de una ciudad que no quiere ser olvidada. La Carrera 54 de Barranquilla, conocida antaño como la Avenida María, me recibió con ese aire de misterio y elegancia que solo el barrio El Prado sabe ofrecer. Caminé desde la calle 72 hasta la 64, dejándome envolver por esas fachadas de casas republicanas majestuosas, donde el art déco comienza a florecer tímidamente entre columnas y balcones.
Es imposible no sentirse pequeño frente a tanta historia. Las casas, algunas renovadas y otras vencidas por el tiempo, son como viejos guardianes que susurran recuerdos de una Barranquilla señorial, refinada, viva.
Durante mi recorrido, hablé con uno de los vecinos. Me contó una historia que aún se respira entre las paredes de la cuadra: en una de esas casas ocurrió un hecho trágico. Un vigilante perdió la vida en circunstancias escalofriantes, y desde entonces —me dice él con una mirada seria— se sienten ruidos extraños, voces, sombras… una energía densa que no se ha ido. “Eso no fue normal, amigo… algo quedó ahí”, me dijo.
https://youtu.be/FsjUZkPrEGI
Pero como si fuera poco, me señaló otra casa al frente. Antigua, abandonada. Allí —asegura— vivió un narcotraficante en los años 70. Me relató que él conocía de túneles secretos bajo la vivienda, posibles rutas de escape por si la ley aparecía. Hoy, esa casa fue restaurada y los secretos que guarda quedaron como testigos mudos escondidos entre sus paredes… como si supieran demasiado.
💫 Este es el tipo de cosas que sólo se descubren caminando, dejándose llevar por la intuición, tocando la piel de la ciudad con los pasos.
Barranquilla no es solo carnaval, también son sus calles, sus suspiros viejos, su arquitectura olvidada. Y allí, en cada rincón, hay una historia que merece ser contada.
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